No aprendemos de nuestro pasado

Francis Coleman MacGregor fue cónsul británico en Canarias entre 1825 y 1830. Al ser persona culta se preocupó en plasmar en un libro su visión de nuestro país. Dicha obra llamada “Las Islas Canarias según su estado actual y con especial referencia a la topografía, industria, comercio y costumbres”, estaba editada en alemán gótico y olvidada en alguna estantería de Hamburgo( origen de sus antepasados), hasta que a sido traducida al español hace un par de años por José Juan Batista Rodríguez y editada por el Centro de la Cultura Popular Canaria.

El libro es muy recomendable, porque describe sus andanzas por nuestra tierra, y refleja cómo era nuestra gente, nuestros pueblos, el poder y la iglesia. Dejo aquí escrito tan sólo la introducción que hizo el Filólogo, Geógrafo e Historiador alemán Carl Nicolaus Rödin (1780-1839) , porque me llamó la atención la similitud que existe hoy con respecto a aquéllos años y por la opinión que tenía del canario:

“ Hay regiones geográficas que poseen una significación mucho mayor que la que normalmente suele atribuírseles. Junto con las Azores constituyeron también las Canarias el puente que condujo a españoles y portugueses por el Océano Atlántico hasta el descubrimiento de América. Desde allí se inició con éxito por vez primera el aventurado viaje hacia el oeste del inmenso mar. Las miradas de los habitantes de las islas se dirigían con activo espíritu emprendedor hacia esa rica parte del mundo recién descubierta; y los canarios fueron los que más elogios merecieron en esta colonización. Este espíritu emprendedor influyó positivamente a su vez en la formación intelectual de los isleños, pues muchos de ellos se cuentan entre los autores más celebrados de la literatura española. Precisamente por ello es causa de la mayor aflicción, para cualquier persona sensible, el ver cómo un pueblo tan capacitado a llegado a caer tan bajo debido al despotismo y a la servidumbre espiritual en que se encuentra y cómo su hermosa patria se ha convertido casi en un desierto, en un albergue de mendigos. De las causas que mi sabio e independiente amigo aduce - se refiere a MacGregor - , se aprecia con toda claridad lo que Canarias necesita: un regimen político basado en la libertad y el derecho, un libre desarrollo de las fuerzas espirituales de ese pueblo siempre activo a pesar de todo, protección contra la opresión de los terratenientes y, sobre todo, promover la totalmente descuidada formación intelectual de su pueblo.

La lectura de este librito resulta pues muy recomendable, en la época intelectualmente seria e inquieta en que vivimos, para todas las personas que piensan. Es cierto que aquellas islas, conocidas antiguamente como las Afortunadas, quedan lejos de nosotros, en medio del océano. Pero ¿ qué lejos puede quedar lo que se lleva en el corazón? ¿ Acaso lo que está más lejos no sirve a menudo para confirmar la exactitud de la regla que afirma que sólo el progreso puede hacer avanzar a la humanidad? . Quien estudie estas páginas con imparcialidad, aprenderá en ellas la lección de que la intolerancia religiosa, la venalidad de la justicia, el despotismo y el reprimir la formación del pueblo llevan, en todas partes, a la ruina, y que cuanto más pequeño y aislado sea el territorio, más claras y visibles serán las consecuencias de todo ello.

Hamburgo, en marzo de 1831

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