Aunque la muerte de Doramas fue un golpe capital para los defensores canarios, no por eso se arredraron, sino que se propusieron continuar la lucha hasta los últimos extremos. Hacían los españoles constantes incursiones a diversos puntos, y en las cercanías de Arehucas talaron cuanto bosque creyeron conveniente para sus proyectos militares. Los indígenas continuaron guardando en el interior sus mujeres, niños y ganado, e hicieron grandes muros en algunos sitios, para dificultar cuanto se pudiese, el paso de los conquistadores. Entonces fue cuando debieron hacerse una serie de largas tapias, a través de los sitios hoy denominados Montaña de Riquiánez, Barreto y Fuentecilla, y otro ancho murallón en las inmediaciones del Bañadero, el que todavía se conservaba doscientos años después de la conquista.
En Gáldar celebraron una reunión en la que acordaron enviar una embajada de canarios principales, a don Diego de Herrera, Señor de Lanzarote, para hacer con él una alianza, ofreciéndole toda la orchilla que produjeran los campos de esta Isla, devolverse mutuamente los respectivos prisioneros, a cambio de que don Diego le ayudase contra los invasores.
Esta delegación había de embarcarse en una nave que les proporcionó Pedro Chamaida, portugués y muy amigo de dichos emisarios, entre los que se encontraba Gurigujón, guayre de Arehucas, llegando a Lanzarote el 11 de enero de 1483 (1) .
No obstante haberse hecho todo con el mayor sigilo, tuvieron noticias de ello lo mismo el general Pedro de Vera que el Obispo don Juan de Frías; quienes creyeron como única solución, apoderarse como quiera que fuese del Guanarteme y proclamar a los Reyes Católicos como Señores de la Isla, antes de que Diego de Herrera pudiese auxiliar a los canarios.
Observando Thenesor Semidán, Guanarteme de Gáldar, la desobediencia de sus vasallos y los grandes males que de la duración de la guerra se habían de seguir, determinó entregarse a los españoles, lo que se verificó en Gáldar en la noche del 12 de febrero siendo indescriptible el júbilo que causó esta noticia en el Real de Las Palmas. Inmediatamente comenzaron las gestiones para traerlo vivo, sin que sus súbditos le pudieran rescatar ni dañar. Enviáronse cien soldados, por mar, a la fortaleza de Agaete, donde se hallaba custodiado, para reforzar las guardias; y convenida la fecha, salió la víspera el general Vera con sus tropas, durmieron aquella noche en Arehucas y continuaron la jornada al amanecer, yendo delante espías de ambos ejércitos, los que se encontraron en las inmediaciones del sitio hoy llamado Cruz de Pineda. El general trató honrosamente al real cautivo, le abrazó y le ofreció su mismo caballo, que el Guanarteme no quiso aceptar. Llegados a donde hoy se llama Trasmontaña, hallaron al Obispo Frías que con los suyos salió a recibirles ostentando aquella dulzura y caridad que tanto resplandecerían en este ministro del Señor.
Era el Guanarteme de agradable presencia, faz majestuosa, alto y bien proporcionado, blanco de color, negro el cabello y barba, resuelto y fuerte en sus movimientos, de carácter noble y de treinta y cinco años de edad, aproximadamente. Fue desde Las Palmas enviado a los Reyes Católicos en compañía de Adargoma y de catorce isleños prestigiosos (2) .
Entre tanto llegó el 29 de abril, festividad de San Pedro Mártir y onomástica del general Pedro de Vera. Formados militarmente los españoles, a las diez de la mañana, el alférez Alonso Jáimez de Sotomayor subió a la torre de madera y agitando por los aires la banderita blanca del mencionado Obispo, en los que estaba bordado el simbólico Cordero de San Juan Bautista, exclamó tres veces con sonora voz: ¡ La isla de Gran Canaria por los Altos Reyes de Castilla y Aragón… ¡ .
Los vivas y aplausos y las salvas retumbaron en aquellos contornos; y desde entonces los desolados campos de Arehucas dejaron de pertenecer a Thenesor Semidán, Guanarteme de Gáldar, y comenzaron a ser patrimonio de la Corona de Castilla.
Después de haber sido rcibido por los Reyes Católicos, junto con Boabdil “ el Chico “, último rey moro de Granada, el Guanarteme quiso recibir el bautismo; acto que se verificó en Toledo con gran solemnidad, oficiando el Cardenal Mendoza y actuando de padrinos los monarcas españoles. Llamóse de allí en adelante don Fernando de Guanarteme.
Los isleños, sin embargo, no acababan de someterse, por lo que comprobada en la Corte la fidelidad y honradez del Guanarteme, le convencieron de la conveniencia de su regreso a Gran Canaria, en compañía de muchos soldados, para que con su habilidad e influencia se consiguiese de una vez la total rendición de la Isla, a la que llegó el jefe canario comenzado ya el mes de octubre.
Más de una vez cruzó el Guanarteme las inmediaciones de los lugares hoy llamados Hoya de San Juan, Trasmontaña, Bañaderos y San Andrés, convertido en misionero de paz y de Castilla; siendo tan eficaces sus gestiones que, el miércoles 29 de abril del mismo año de 1483, se pudo celebrar la total pacificación de Gran Canaria (3) . Pedro de Vera y el obispo Frías se propusieron efectuar una nueva organización, conforme lo permitían las circunstancias. La ermita del Real, dedicada por Rejón a Santa Ana, fue destinada a parroquia, en cuya jurisdicción quedaron incluidos los campos de Arehucas. El mismo general, por Cédula firmada en Toledo el 4 de febrero del mismo año, fue designado Gobernador de la Isla, estableciendo en Las Palmas el primer municipio o Cabildo, con doce regidores ( concejales ) perpetuos y dos escribanos ( secretarios ), uno para asuntos civiles, y otro para los judiciales; pues ha de tenerse en cuenta que en aquellos tiempos el Corregidor de Las Palmas era a la vez Alcalde y Juez de Primera Instancia; y a él correspondía nombrar alcaldes pedáneos en los pueblecitos y caseríos que se iban formando. Luego procedió al repartimiento de aguas y terrenos entre los conquistadores, teniendo en cuenta la cantidad y la calidad de sus servicios. Pero no fijándose en lo que el solar tenía de histórico sino de conveniente, olvidáronse de Arehucas y de sus terrenos inmediatos, malos para la agricultura de aquel tiempo, aunque buenos para cortijos y pastoreo; y solicitaron heredades en las zonas inmediatas, que habían de integrar la jurisdicción de la futura Villa de Arucas. A Juan Siberio Mujica, caballero regidor y conquistador, le asignaron en el barranco de Tenoya un vallecito de palmeras y otros terrenos, que sumaban por todo quince aranzadas, siendo la aranzada de tierra un cuadrado que medía de lado ochenta varas de Castilla. Le fue hecha esta concesión el día 15 de junio de 1484 (4) . De otros repartimientos e importantes noticias daremos razón en el siguiente capítulo.
En la misma fecha y lugar consiguió cinco aranzadas el conquistador Juan de Mayorga, siendo sus límites el barranco, una acequia hecha por los indígenas en la parte superior del camino que conduce a Las Palmas. El escribano Antonio de Arévalo recibió diez aranzadas. Otras tantas el caballero conquistador y regidor Hernando Prado; y otras diez el conquistador y escribano del Cabildo Gonzalo de Burgos, amigo de Pedro de Vera; el cual tuvo más tarde grandes cuestiones con la Inquisición porque siendo israelita simuló convertirse al cristianismo, siendo ocultamente tan judío como antes; situación que no pudo encubrir ni con su mucho talento ni con sus travesuras (5) .
Junto a dichos propietarios y en la ribera occidental del mencionado barranco obtuvo también ese día cinco aranzadas de tierra el conquistador Pablo Pérez, dejándose a continuación un trozo de cuatrocientas cincuenta brazas a lo largo del camino que conducía a Gáldar, para que sirviese de dehesa y poder ensanchar algún día dicho camino; y otras diez aranzadas al conquistador Ibone de Armas, nieto del primer rey de armas don Juan Negrín y doña Ana del Valle.
A dichos agraciados se les concedió al mismo tiempo el agua del barranco necesaria para regar sus terrenos. Estos, dispuestos ya para el cultivo, se llamaban hazas, y el agua suficiente para regar una haza, se llamó “ azada “ (6) .
(4) A. Millares Torres. Historia Gral. De las Islas Canarias Tomo VI Pág 25.
(5) A. Millares Torres. Historia Gral. De las Islas Canarias. A continuación de la cita anterior
(6) A. Millares Torres. Historia Gral. De las Islas Canarias. A continuación de la cita anterior
FIN
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