El miércoles 24 de junio de 1478, al amanecer, fondeó en la rada de Las Isletas una escuadra en la que venían don Juan Rejón y sus tropas a conquistar esta isla, por mandato de los Reyes Católicos. Caminaron un poco al sur, donde, a eso de una legua, se hallaba un magnífico bosque de palmeras. Talaron una pequeña extensión y levantaron a toda prisa una fortificación rodeando a su campamento, llamándose "el Real de Las Palmas"
Advertidos del caso los aborígenes, dieron cuenta a Thenesor Semidán, hijo de Fagorer, cuarto rey o Guanarteme de Gáldar, con señorío sobre Arehucas; y al valiente Doramas, que dominaba a la sazón en Telde. Ambos acordaron rechazar juntos a los extranjeros, el martes siguiente, día 30 de dicho mes.
(1)Alonso Jáimez de Sotomayor (Atribución) Conquista de Gran Canaria Cap. IX.
Thenesor reunió las fuerzas que pudo, siendo evidente que al pasar por Arehucas se llevase cuantos hombres hallara disponibles; pero a la vista del campamento de Rejón, desde los cerros inmediatos, notó que Doramas y los suyos, llenos de furor patriótico, habían empezado por sí solos la pelea. Se incorporó a ellos de la mejor manera que pudo. Los dos ejércitos lucharon briosamente, luciéndose como ninguno el valiente Adargoma; tanto que los españoles se figuraron si sería Satanás en forma de hombre; hasta recibir una lanzada en el muslo, cayendo prisionero.
Vino la noche a interrumpir la batalla y los canarios se replegaron al monte, con sensibles pérdidas, siendo luego derrotados el 20 de julio en el mismo lugar (2) .
Reforzado y ampliado el campamento, dedicase Rejón a hacer correrías por diversos puntos. En una de ellas vino por el Norte, quemó higuerales y campos de cebada que iba encontrando, y al llegar al poblado de Arehucas, lo taló e incendió por completo, al igual que sus alrededores, llevando prisioneros a cuantos indígenas caían en sus manos; pero no se atrevió a pasar de allí por temor a que nuevas tropas enemigas le pudieran cortar la retirada (3) .
Disgustados los conquistadores con las tácticas destructivas del General Rejón, quejáronse a los Reyes Católicos, quienes le ordenaron regresar a la Península. En su lugar enviaron como gobernador a Pedro Fernández de Algaba, señor distinguido por su habilidad y prudencia, el cual llegó a esta isla a mediados de 1479 (4) .
Entre tanto, la necesidad aguijaba a los conquistadores, pues pasaban meses y meses sin que les vinieran subsistencias. Determinaron que una parte del ejército, en compañía con don Juan Bermúdez, Deán del Rubicón de Lanzarote, saliese una noche por caminos extraviados en dirección a la selva inmediata, pues tenían referencias de que allí se alimentaba muchísimo ganado.
No faltó un canario que enseguida llevase la noticia a Doramas, quien a la razón se hallaba con Thenesor. Acordaron ambos no inquietar a los invasores, sino espiar sus movimientos, para en un punto estratégico armarles una emboscada.
Pasado el mediodía emprendieron los españoles su regreso al fortín de Las Palmas; y así que comenzaron a bajar la cuesta que hay frente al pago de Tenoya, donde hoy llaman el Portichuelo, las huestes de Doramas y Thenesor, que les iban siguiendo sin ser vistos, rompieron desde lo alto con agudísimos silbos y fenomenal gritería, disparando al mismo tiempo una lluvia de piedras y saetillas de palo, volteando ladera abajo grandes piedras y troncos de árboles. Los castellanos huyeron a la desbandada, procurando a todo trance ganar la loma de enfrente. Los que iban a caballo sufrieron muchas penalidades, a causa de lo despacio que estos animales bajaban la empinada cuesta; siendo necesaria toda la superioridad de sus armas, para, en algunos momentos, sostener el empuje de sus enemigos y no quedar deshechos por completo; teniendo que abandonar el hato de cabras que habían robado.
Un grupo de cincuenta españoles que había ocupado un punto alto de dichas lomas de Tenoya, donde creyera tal vez defenderse y acometer mejor, se encontró de repente cercado por unos doscientos isleños, sin tener por donde huir. Viéndoles en tal peligro el capitán Lope Hernández de la Guerra, grtó a Francisco de Vilches y a otros soldados de caballería, diciéndoles: ¡ amigos y compañeros, corramos a salvar a los nuestros! ¿Será posible que les dejemos morir de esta manera? . Estas palabras alentaron a los españoles, quienes acometiendo llenos de coraje, rompieron el cerco, libertaron a los suyos y pudieron retirarse hacia Tamaraceite, con muy pocas cabras por conquista y un decaimiento espantoso. Era ya el atardecer y no habían comido en aquel infausto día (5) .
Doramas no les quiso seguir por las hondonadas que hay desde el lugar de lucha a las inmediaciones de Tamaraceite. Es de suponer que fuera porque en aquellos sitios la caballería operaba mejor, y de ella procuraban librarse los canarios.
No mucho después el general Rejón, habiendo logrado justificarse ante los monarcas, fue restituido a su antiguo cargo, desembarcando en Las Palmas el 6 de agosto de 1479, acompañado del obispo Frías.
Nuevo disgusto entre los conquistadores. ¡ Y nuevas quejas a los reyes de España! (6) .
El 17 de agosto de 1480, salió Rejón del campamento en dirección de Arehucas, soñando con vencer a Doramas, si podía. Llegando a vistas de Tamaraceite observó en el horizonte una embarcación con rumbo al Puerto de las Isletas, e inmediatamente regresó a Las Palmas, deseoso de noticias (7) .
(1)El mismo autor y la misma obra antes citada Cap. XI
(2)El mismo autor y la misma obra antes citada Cap. X
(3)J. Viera y Clavijo. Noticia de la Historia de las Islas Canarias Libro VII Pº 21.
(4)J. Viera y Clavijo. Noticia de la Historia de las Islas Canarias Libro VII Pº 22
(5)J. Viera y Clavijo. Noticia de la Historia de las Islas Canarias Libro VII Pº 23
(6)J. Viera y Clavijo. Noticia de la Historia de las Islas Canarias Libro VII Pº 30
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